TIME TO TIME


El final de una era

La conocida frase que Frederic Jameson atribuye a un anónimo, “hoy es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, es la que mejor describe la imposibilidad contemporánea de pensar un futuro distinto al presente porque el capitalismo puede soñar pero parece que nosotros no. Y eso es un problema porque el impulso utópico no es un ejercicio de fantasía sin más, sino una especulación realista que toma experiencias concretas como modelos para futuros realizables. Es por eso que la crisis del pensamiento utópico actual es la manifestación de un problema mayor: la ausencia de imágenes de futuros alternativos. Hacia comienzos de los 2000 se empezó a experimentar una reducción del horizonte de expectativas, es decir, la sensación de extinción del futuro. Un futuro en el que los grandes proyectos que ordenaron las expectativas del siglo XX se habían agotado, desde las vanguardias estéticas hasta el propio pensamiento moderno, pasando por el comunismo.

Frente a esta imposibilidad de pensar el futuro, se suma la crisis del capitalismo actual que, según Anwar Shaikh, se organiza en dos grandes “familias”. Por un lado aquella que considera al capitalismo como un sistema que no puede ampliarse, donde las tecnologías llevan a producir más bienes de los que se pueden o deben consumir –teorías del estancamiento, decrecionismo-. Y por otro la que considera el capitalismo como un sistema que se limita a sí mismo porque el desarrollo tecnológico limita la tasa de ganancia, como los partidarios de la teoría del valor-trabajo, entre los que está Shaikh. Los partidarios del poscapitalismo y el aceleracionismo se ubican dentro de esta segunda ’familia’ que se asienta en la idea de acelerar el desarrollo tecnológico más allá de la escasez y del capitalismo.

Un crecimiento insostenible

Resulta curioso leer cómo algunos pensadores ven la posibilidad de seguir creciendo y consumiendo de forma infinita, en un continuo movimiento rectilíneo uniformemente acelerado, sin percatarse de que el capitalismo es un parásito del futuro, un vampiro que sobrevive de la tecnología y los recursos de la libertad. El capitalismo industrial en tiempos de Marx organizaba las relaciones de la mercancía –mercantiles- en torno a un sistema predominante de escasez material; el capitalismo estatal de nuestro tiempo organiza las relaciones de la mercancía en torno a un sistema predominante de abundancia material. Para Bookchin, hace un siglo la escasez tenía que ser sufrida; hoy tiene que ser impuesta. La condición de escasez impuesta podemos verla de forma evidente en el caso de los bienes digitales, pero también en el de los alimentos, con noticias como la destrucción de reservas para controlar precios o las más recientes de que los supermercados de nuestro entorno tiran dos tercios de los productos que tiene a la venta, o en el bien conocido caso de la vivienda.

La escasez, como supuesto económico fundamental, pretende cubrir los deseos y las necesidades humanas ilimitadas dentro de en un mundo de recursos limitados, generando una interrelación entre esas necesidades y los recursos disponibles. Así, pues, lo que permite que establezcamos el precio de los bienes y los factores productivos es, precisamente, la escasez. En realidad la sociedad tiene productos suficientes para cumplir con todos los deseos y las necesidades humanas pero lo que ocurre es que no está bien repartida. Frene a esta línea discursiva del aceleracionismo aparecen pensadores críticos con esta realidad, como Nick Srnicek o Jeremy Rifkin entre otros, para los que la idea de la postescasez es esencial para la supervivencia, no solo del sistema, y del planeta, sino de la especie como tal.

La sociedad de la post-escasez

Vemos como el medio ambiente se deteriora a pasos agigantados; la contaminación oscurece el cielo de nuestras ciudades, los casquetes polares pierden enormes cantidades de hielo anualmente; el clima está variando los modelos que hasta ahora conocíamos y todo ello a una velocidad de vértigo. Todo esto nos pone frente a la espada de Damocles porque si no hacemos nada para evitarlo el colapso de la civilización está más cerca de lo que pensamos, porque no podemos vivir sin un entorno natural óptimo, y de su cuidado y mantenimiento depende nuestra supervivencia como especie. La post-escasez es una forma alternativa de economía o de sociedad en la cual los bienes, servicios e información son universalmente accesibles. Para ello sería necesario un sofisticado sistema de reciclaje de recursos, junto con los sistemas de automatización industrial con tecnología avanzada capaces de convertir las materias primas en bienes acabados haciendo que lleguen a toda la población de una forma equitativa.

Antartica.The end of an era, Black Ice o Apocalypse Now Please son piezas que pertenecen a la serie Time to Time y reflexionan sobre cómo la producción y el consumo masivo están llevando a la Tierra a un límite que pensamos que nunca llegaría. El cambio climático derivado de nuestra actividad es una realidad y el riesgo de modificar el mundo tal y como lo conocemos es ya más que una probabilidad lejana en el tiempo: las inundaciones se suceden con más frecuencia y virulencia, los incendios se descontrolan, encontramos sustancias contaminantes en el aire que respiramos, en nuestra comida o dentro de nuestro propio cuerpo. Cada vez es más evidente la relación entre el actual modelo económico y los impactos sobre la salud y el medio ambiente. En agosto de este año el planeta llegó a su fecha de sobrecapacidad natural, es decir, que agotamos todos los recursos naturales que la Tierra es capaz de regenerar en el término de un año, según explica WWF, que pide cambios profundo tanto colectivos como individuales en el sistema de producción y consumo para lograr terminar con esta “hipoteca” para 2050. Nopodemos seguir con un modelo que, a toda luces, es inviable en términos de sostenibilidad.

Cerca del fin del mundo

En Antartica. The end of an era nos encontramos frente a un tríptico desolador realizado en una escala acromática que va del blanco al negro pasando por el gris en la que vemos como la Antártida pasa del blanco, tal como la conocemos actualmente, hasta al negro que será cuando pierda toda la capa de hielo y nieve que la cubre, dejando visible un continente totalmente desconocido hasta ahora. Esta destrucción medioambiental reflejada en el continente helado traerá consecuencias catastróficas para todos los organismo vivos presentes en la Tierra debido al cambio climático devastador y drástico que suscitará, además del consiguiente aumento del nivel del mar y el cambio esperado en el flujo de las mareas. De esta manera, esta pieza, se convierte en una metáfora de la propia desaparición de la especie humana que ve como su futuro se convierte en un agujero negro que todo lo destruirá.

El fin del mundo que puede estar cada día más cerca, un Apocalipsis que puede llegar sin grandes guerras ni bombas nucleares, sino por agotamiento y desbordamiento del sistema, estructura e infraestructura que nos alberga. La pieza Apocalypse Now Please reflexiona sobre cómo el ser humano ha sido capaz de degradar su planeta hasta límites insospechados, un “agrietamiento” que nos muestra la fragilidad de un equilibrio que la naturaleza ha sabido mantener y que nosotros, con nuestra ambición desmedida, hemos conseguido desnivelar hasta un punto de ruptura. La obra se formaliza a través de una instalación efímera que irá mutando durante el propio proceso de exposición. Realizada en barro rojo, contiene la letra original de la canción “Apocalypse Please” del grupo Muse, un texto que nos plantea un fin del mundo que está llegando y donde nadie hace nada. Mientras escuchamos el desgarrador tema de la banda inglesa, podemos apreciar la evolución, sin pausa, de una tierra que se va secando y agrietando hasta a la fractura del texto que contiene y que terminará convertido en un charco de barro seco, similar a un pantano seco que se resquebraja, this is the end of the world, dice la letra de la canción.

La distopía en la sociedad del futuro

Existen multitud de novelas post-apocalípticas y distópicas que cuentan la historia de un mundo que ya no es el nuestro, arrasado por guerras nucleares, plagas, el hambre, epidemias, terremotos, tsunamis o invasiones alienígenas, también por la tecnología. En esto último se centra el proyecto “Zero-Day” (2018), un proyecto que coge su nombre del término informático que apela al ataque contra una aplicación o sistema que tiene como objetivo la ejecución de un código malicioso gracias al conocimiento de vulnerabilidades que, por lo general, son desconocidas por la gente y por el fabricante del producto o estructura que se quiere destruir. Un “ataque de día cero” se considera uno de los más peligrosos instrumentos en una guerra informática. Partiendo de este concepto se genera una serie de imágenes y vídeos para explicar qué ocurrirá tras un colapso que, de una manera u otra, parece que puede producirse y que supondría un derrumbe total del sistema, transportándonos a un Apocalipsis sin precedentes, donde la vida, o lo que quede de ella, nunca más será la misma.

Películas como “Mad Max” nos interpelan sobre una pregunta ineludible ¿qué pasará cuando todo acabe? ¿qué sucederá cuando el mundo que conocemos estalle? Esta serie de “Día O” se muestra a través de vídeos e imágenes compuestas por cientos de instantáneas sacadas de Google Earth, un mundo sin vida, restos de lo que un día fue la civilización más avanzada de la Tierra. En los videos nos vemos sumergidos en una especie de videojuego en primera persona que va paseando por diferentes entornos desolados, fantasmagóricos. Así nos encontramos frente a la sede principal de Volkswagen en Wolfburgo, frente a la City de Londres o frente al Times Square de Nueva York, lugares que aparecen vacíos de vida, sin producción, sin actividad económica, sin consumo, espacios devastados donde el único superviviente eres tú. Pero tranquilo, el mundo no se acabará mañana, hasta entonces trabajen y consuman, el sistema necesita mano de obra y fuerza de consumo para que el Reloj del Apocalipsis, ese reloj simbólico de la Universidad de Chicago que marca la destrucción total y catastrófica de la humanidad en base al grado de amenaza nuclear, ambiental y tecnológica, sigue haciendo avanzar sus manecillas.

Un cambio necesario

El cambio del paradigma consumista se antoja, ya no solo necesario, sino obligatorio si queremos seguir viviendo en este planeta que nos ha visto nacer. Mientras no seamos capaces de verlo y generar un cambio real seguiremos conviviendo con ese futuro incierto, lleno de incertidumbre y desasosiego. El tiempo pasa, y gran parte de los poderes políticos y económicos, que deben ser la punta de lanza de esta cambio radical, siguen mirándose su propio ombligo, pensando que la razón y la ciencia nos salvarán, como ya han hecho en otras ocasiones, pero no se dan cuenta que la naturaleza no entiende de compasión, que el universo seguirá aquí, con vida o si ella, porque, por mucho que nos duela, no somos nada. Para el universo nuestra existencia no es esencialmente necesaria: él estaba aquí antes de que nosotros llegásemos y seguirá estando aquí cuando nosotros ya no estemos, si no, tiempo al tiempo.

Cyro García

close-alt close collapse comment ellipsis expand gallery heart lock menu next pinned previous reply search share star