El viaje a ninguna parte
Unos viajamos por placer, otros, por el contrario, se ven obligados a realizar un viaje que en ocasiones les llega a costar su propia vida. El fenómeno de la globalización ya aceleró los movimientos migratorios en busca de un futuro mejor creando, en consecuencia, problemas de difícil solución que hoy se recrudecen en las fronteras debido a la crisis. Estas dificultades, sumadas a que el sistema capitalista sólo conoce el sucio lenguaje del dinero, han convertido a las personas en problemas –eso sí, todo mejora si llevas dinero de plástico–.
La diferencia nos enriquece
Estos flujos migratorios generan una mezcla cultural y racial tan rica como pujante en nuestras sociedades, por lo tanto dejémonos de intolerancias estúpidas y admitamos que todos somos iguales-ilegales. Este espacio de inflexión es tomado como punto de partida para la instalación que se plantea; una ocupación del área de la habitación por parte de unos seres diminutos, iguales todos ellos, que se dispersan por la sala a modo de solitarios navegantes en un vasto océano.
Como la vida misma
Las figuras humanoides que conforman la instalación son de porcelana blanca y han sido realizadas a partir de un mismo molde de un jugador de futbolín reproducidos por molde de colada. El juego entra a formar parte de esta instalación como metáfora de la vida competitiva en la que vivimos como sociedad capitalista poruqe, sin ir más lejos, la vida está en juego y, a veces se gana y otras se pierde.


