diagramas de Venn
Tres corazones y un solo conjunto. Tres elementos en combinación, tres elevado a tres, tres por tres nueve y por tres veintisiete, así hasta la trigésima potencia, hasta el infinito y más allá. La vida se expande, siempre, aunque a veces duela. Tres corazones que vinieron de otros y tres corazones a los que sucederán muchos más, compartimos y nos duplicamos, nos triplicamos, nos multiplicamos, latimos, palpitamos y, mientras tanto, amamos y follamos, también odiamos y morimos, algunos resucitamos, milagro divino, milagro humano.
La trinidad roja y atea
Santísima Trinidad roja y atea, tres vértices de un mismo triángulo, un ojo omnividente bien en medio, en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Uno y trino, muchos dioses, ningún dios, todos somos creadores. Tres eran tres los banderilleros en el redondel. Sí, somos dioses, o toreros, o currantes, o mosqueteros, todos para uno y uno para todos, o tigres, tres y tristes, damos vida y la perdemos. Somos conjuntos disjuntos, subconjuntos o vacíos, diagramas de Venn que entran en contacto, que se tocan, que se solapan, que se superponen. Tres vidas y una familia, tres corazones rojos.
Siempre volamos
Uniones e intersecciones, la teoría de conjuntos vale para casi todo, menos para Bertrand Rusell y sus paradojas, menos para aquel barbero que también era hombre y habitante de su pueblo. Tres elementos componen este conjunto, un conjunto que pertenece al mundo y a la vida, como dijo Charles Lutwidge Dogson, como dijo Lewis Carroll, un conjunto contenido en otro universal. Alicia, en su País de las Maravillas, buscaba un corazón para el Hombre de Hojalata, un corazón de león, de melón, de ser humano, de paloma, como el Espíritu Santo, porque Myna, no lo olviden, es nombre de pájaro, y yo, tú y ella, siempre volamos.




